El guerrero pocas veces sabe el resultado de una batalla, cuando esta termina.
El movimiento de la lucha generó mucha energía a su alrededor, y existe un momento en el que tanto la victoria como la derrota son posibles. El tiempo dirá quien venció o perdió, pero él sabe que, a partir de ese instante, ya no puede hacer nada más: el destino de aquella lucha está en las manos de Dios.
En esos momentos, el guerrero de la luz no se queda preocupado por los resultados. Examina su corazón y se pregunta: “¿Combatí el buen combate?”. Si la respuesta es positiva, él descansa. Si la respuesta es negativa, toma su espada y empieza a entrenarse de nuevo.
PAULO COELHO