29.6.14

Guerrero de la Luz...


Hoy he tenido un sueño muy feliz y reconfortante. Me he visto participando en una especial y dura batalla. El sueño comienza al mediodía, en medio de una zona inhóspita y desértica, y con un sol abrasador. La lucha había llegado a su fín. Estaba lleno de sudor y polvo y rodeado de los cuerpos abatidos de ambos bandos, con los signos inequívocos de un encuentro violento.
Me vi tumbado y sin fuerzas, dolorido y cansado por el esfuerzo realizado durante toda la batalla. Me embargaba una gran tristeza al comprobar que habíamos perdido esta contienda a pesar de haber luchado con coraje y con entusiasmo, ilusionados por el triunfo que creíamos tener al alcance de la mano. Apenas si me podía levantar del suelo a pesar de los esfuerzos que hacía para mantenerme en pie.
En medio de la pesadumbre que sentía por este fracaso, vi aparecer ante mí a un Gran Ser de Luz al que no podía ver su rostro por el enorme brillo que desprendía su resplandeciente aura.
Me tendió amorosamente sus manos, ayudándome a incorporarme, y con mucha delicadeza me llevó a la sombra de un frondoso árbol. Estaba tan sorprendido por esta situación que no pude pronunciar ninguna palabra. Este Gran Ser, me miraba fijamente a los ojos, transmitiéndome con su presencia una gran calma y una gran paz, que me llegaba a lo más profundo de mi corazón. Estaba como hipnotizado por esta sensación tan agradable de seguridad y de confianza que me transmitía.
En medio de este estado tan especial de ensimismamiento, este Gran Ser empezó a comunicarse conmigo a través del corazón. Creo que fue ahí, en el corazón, donde notaba y sentía que llegaban como en oleadas todo lo que me estaba transmitiendo.
Todo cuanto sucedió a continuación, ha quedado grabado en mi corazón con caracteres imborrables que no olvidaré mientras viva. Con estas o parecidas palabras (por decirlo de alguna forma) me dijo:
“No te aflijas por esta ni por otras derrotas y fracasos por los que puedas pasar, pues ellos te enseñarán el camino hacia la victoria final. Es de los errores y fracasos y no de los aciertos, donde se aprende el arte de la sagrada lucha, sea cuales sean los contendientes, ya se trate de la materia contra el espíritu, de la oscuridad contra la luz, o del cuerpo contra el alma. Tu triunfo está asegurado si sabes descubrir la forma de combatirlos para acabar para siempre con ellos.
Tienes todo el equipo necesario para ser invencible en la batalla. Ves tu casco polvoriento, con la forma de un ave. Pues si te fijas bien, verás que es la del Ave Fénix, que como sabes, después de cada batalla perdida y consumida por el fuego de cada contienda, renace como el Sol cada mañana, con nuevos ímpetus y con nuevas y renovadas energías para seguir en la lucha por la victoria y triunfo final, sin desánimo ni rencor, con la mirada siempre fija en la meta final. Así te debes comportar tú tras cada fracaso y cada derrota, renovado en todo tu coraje y optimista por saber que la batalla definitiva, la batalla final está al alcance de tu mano, solo depende ti, de tu esfuerzo y de tu voluntad el poder alcanzar esa meta.
Ves esa malla que llevas puesta, que tanto te ha protegido y que ahora está llena de barro, ocultando su intenso brillo y resplandor, pues es tu espíritu inmortal, blanco y radiante como el Sol, ahora oscurecido por las sensaciones y apegos del mundo. Su brillo y resplandor es lo que te ilumina en la acción, en cada momento, en el fragor de la batalla diaria. Esta malla, si la mantienes limpia y aseada te protegerá de cualquier ataque, sea cual sea la naturaleza de tu agresor. Mantenla siempre limpia y así tendrás una insuperable protección que te hará invencible ante cualquier agresión que te venga del exterior.
Ves allí tu escudo, hundido en la arena, apenas visible. Pues si lo observas atentamente comprobarás que tiene la forma de una estrella de cinco puntas el símbolo del hombre perfecto, del guerrero que ha alcanzado la maestría en el arte de la estrategia, del poder y de la gloria en las batallas en las que participa. El enemigo, con sólo ver el valor del guerrero que lleva este escudo y este símbolo, huye desalentado y despavorido, en desbandada, presa del pánico, porque sabe que no puede impedir el sufrir una gran derrota. Aprovecha la virtud y el estado interno que te transmite este escudo para utilizarlo correctamente en cada batalla en la que intervengas.
Ves también la espada que casi no puedes sostener en tus temblorosas manos, pues has de saber que esta espada, está hecha con el más puro acero que haya existido en la tierra. Al guerrero que la empuña con firme carácter, le convierte en un superhombre, en invencible. Ves los dos filos que tiene, si los limpias un poco, verás que de uno de ellos surge una potente energía de luz llena de Bondad y del otro filo surge el resplandor y la energía de la Compasión, ambos filos se unen en la empuñadura que como puedes observar es de un brillante color rosa pastel, que aún ahora y en esta situación tan dramática, mana y brilla con el fulgor del Inmaculado Amor Universal, una Fuerza y un Poder que están más allá de la comprensión y análisis de cualquier persona, que hace del guerrero que es capaz de empuñarla con honor, un Agente de la Luz que elimina la Oscuridad allí donde la esgrime.
Con estas armas es imposible que puedas sentirte indefenso y desamparado, solo te falta adiestrarte con ellas, saber cual tienes que utilizar en cada momento y tener siempre la fe y la certeza de que al final de las muchas batallas perdidas, habrás aprendido la lección que te transformará en un superhombre, en un invencible guerrero curtido en mil batallas y que nada ni nadie te podrá detener en aras de llevar la Luz allí donde sólo hay Oscuridad y Opresión.
Y si aún te quedan dudas, debes saber, que yo estaré siempre a tu lado, alentándote, protegiéndote e inspirándote en los momentos más complicados y difíciles de la misma forma que lo hizo Arjuna con Krihná, como lo describe el Mahabharata.
Animo y no te desalientes, tuya es la victoria y tuya es la corona de oro que adornará tu cabeza por toda la eternidad”.
Con estas amorosas y reconfortantes palabras y con ese estado de ánimo redimido, me desperté feliz y con nuevos bríos, y con renovadas energías de seguir luchando por llegar a convertirme en un invencible Guerrero de la Luz.
Autor: Alfonso del Rosario

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